jueves, 18 de noviembre de 2010

Gracias

Aquí puedes leer una carta de agradecimiento a la Guardia Civil de un alumno de 1º ESO E, tras la Conferencia "Contra el acoso escolar".

CARTA A UN GUARDIA CIVIL SOBRE EL ACOSO ESCOLAR


NERJA 15 de noviembre de 2010


Estimado señor:

El otro día estuve en su conferencia y fue muy importante, aunque nunca he visto un acoso escolar sobre un niño, pero seguro que algún niño de los que se creen muy importantes lo hará con un niño que no hará nada.

Aunque un día en el colegio que estaba se metían con un niño de Cuba y le decían negro de mierda y muchas más cosas que le molestaban mucho y siempre jugaba solo, estaba sentado en un sitio y no se movía ni para comerse el bocadillo.

Bueno, ya he contado un acoso escolar sobre un niño, ahora os voy a definir los personajes que había en la conferencia:

EL QUE LE RÍE LAS GRACIAS: Es el que se ríe de lo que hace el otro amigo, que es el chulo y si el chulo le pega un puñetazo al otro, él se reía para que siga pegándole puñetazos en la cara.

EL MIRÓN: Es el que se queda mirando cómo le destrozan la cara al amigo en vez de de llamar a un adulto y decirle que a su amigo le están pegando unos chulos, porque sea más listo que él o por otra cosa.

EL CHULO: Es el que le come la cabeza a los amigos para que piensen que esa persona le ha hecho daño, para que luego le peguen porque sea más listo que él u otra cosa y así le hace sufrir.
Bueno me despido con un saludo,

Iván Antelo Martín.

domingo, 7 de noviembre de 2010

VIDEOJUEGOS

De los videojuegos que conozco, y no conozco muchos, mi favorito es "El profesor Layton" para la Nintendo DS.
Adjunto el video del trailer de la última edición y espero vuestros comentarios sobre este videojuego, u otros que conozcáis y os gusten.


FÁBULAS

Esta fábula la hemos leído en clase. ¿Recuerdas cuál era su moraleja? Cuéntame una situación en el Instituto en la que se podría aplicar.

LA ZORRA Y LAS UVAS

Era otoño, y la zorra que vivía en una madriguera del bosque, cada noche se atracaba de ratones, que eran muy gordos en aquella época del año, y también un poco tontos, porque se dejaban cazar con facilidad.

A decir verdad, la zorra hubiese preferido comerse alguna buena gallinita de tiernos huesecitos, pero hacia tiempo que el guardián del gallinero era un perrazo poco recomendable, y había que contentarse con lo que el bosque ofrecía: ratones, ranas y algún lirón.

El caso es que una mañana la zorra se despertó con cierta sequedad en la garganta y con un vivo deseo de comer algo refrescante distinto de su acostumbrada comida. Por ejemplo, un buen racimo de uvas. Y llegaba hasta ella un rico olorcillo de uva moscatel.

"Bueno -dijo para sí la zorra-. Hoy quiero cambiar. Después de tanta carne de ratón, me sentará bien un poco de fruta."

Y se dirigió hacia la parra cuyo aroma había percibido. Apretados racimos colgaban de ella. Había muchos, pero: "¡Que extraño! -rezongó el animal-, no creí que estuvieran tan altos. De un buen salto los alcanzaré."

Tomó carrera y saltó abriendo la boca. Pero, ¡qué va! Llegó a un palmo del racimo: el salto se le quedó corto. Sin embargo, la zorra no se desanimó. De nuevo tomó carrera y volvió a saltar: ¡nada! Probó otra vez e insistió en la prueba, pero las uvas parecían cada vez más altas.

Jadeando por el esfuerzo, la zorra se convenció de que era inútil repetir el intento. Los racimos estaban a demasiada altura para poder alcanzarlos de un salto.

Se resignó, pues, a renunciar a las uvas, y se disponía a regresar al bosque, cuando se dio cuenta de que desde una rama cercana un pajarillo había observado toda la escena. ¡Qué ridículo papel estuvo haciendo! Precisamente ella, la señora zorra, no había conseguido apoderarse de lo que le gustaba. Pero al punto halló lo que creyó una salida airosa.

-¿Sabes? -dijo, dirigiéndose al pajarillo-, me avisaron de que estaban maduras, pero veo que aún están verdes. Por eso no quiero tomarlas. Las uvas verdes no son un plato apropiado para quien tiene tan buen paladar como yo.

Y se fue arrogante, segura de haber quedado dignamente, mientras el pajarillo movía la cabeza divertido.
Como en nuestra clase de 1º ESO E hay un estudiante escocés que solo lleva un año aquí, se la hemos proporcionado en inglés, para ayudarle un poquito, aunque el resumen lo hizo en español.
Versión en inglés:
In English

The Fox and the Grapes

A fox was wandering down a country lane one day when she noticed some grapes growing oven an arbor. One bunch was especially attractive: the grapes were as big as cow’s eyes and as purple as midnight. They glistened with morning dew.

The fox, never missing a chance to eat, thought these juicy-looking gems would make a fine breakfast.

“Hmm…” she thought, “those grapes are tempting, but they’re so high up. I don’t know how I’ll ever reach them”.

She paced back and forth for a few moments. She tried leaping into the air and grabbing them with her teeth. She tried leaping into the air and grabbing them with her theeth. She tried climbing the arbour. Always the grapes were beyond her grasp.

Giving up she snarled: “Oh, those grapes aren’t worth my trouble. They look sour”.

MANOLITO GAFOTAS

Manolito Gafotas, de Elvira Lindo.

Cuando hagáis vuestro trabajo del libro, lo grabaremos con vuestra voz en off.


RELATOS CORTOS

Hoy quiero compartir con vosotros y vosotras un relato corto que me encanta.

La persona a quien más quiero en el mundo se llama Natalia. La conocí nada más llegar a mi nueva ciudad. Me gustó enseguida, porque huele a mandarinas, chocolate y jazmín (parece un detalle insignificante, pero no lo es en absoluto). Por aquel entonces, yo era un graduado bastante presumido, aunque con muchas ganas de trabajar (me había entrenado a conciencia).

Antes de salir de Boadilla del Monte, en Madrid, nadie me había hablado nunca de Natalia. Por eso me asombró tanto escuchar, de pronto, mientras echaba la siesta: «Pasa, Natalia. Deja que te acompañe, espera aquí, enseguida te presento a Bob. Verás cómo te cae bien».

Creo que nos gustamos enseguida. Natalia me pareció guapísima, alegre, muy inteligente. Acababa de entrar en la Universidad y venía acompañada por su padre, que durante nuestra primera entrevista no dejó de mirarme, como preguntándome qué provecho sacaría su hija de mi compañía. Si hubiera podido, le habría dicho: «Soy un profesional, señor, sé cómo tratar a su hija, no debe preocuparse».

Natalia, en cambio, sonrió todo el rato, sonríe como el agua fresca sale de una fuente. Sonrió, extendió la mano y me dijo: «Nos lo vamos a pasar muy bien juntos, ya lo verás».

¡Qué razón tenía!

Desde ese día, no nos separamos ni un segundo. Yo la acompañaba a todas partes. Madrugaba para recorrer con ella el camino a la facultad. Me aburría con ella durante la temporada de exámenes. En las fiestas, intentaba ser el primero en llegar a la barra y ella me seguía. «Juntos somos imparables», me dijo una vez. Y cuando alguien se quejaba de mi presencia, Natalia me defendía. «Si Bob no entra, yo tampoco», les decía tan seria que daba un poco de miedo. Y por las noches, claro, compartíamos habitación. Me encanta verla dormir.

Fui el primero de la familia que conoció a Ramón, el novio de mi chica, y el único que estaba presente cuando él le pidió que se fueran a vivir juntos. Aceptamos, porque Ramón nos gustaba a los dos. De modo que Natalia y yo nos mudamos de piso unas semanas antes de que ella cumpliera los veintitrés. Nuestra habitación nueva es lo bastante grande para nosotros dos y para Ramón, así que yo me instalé donde siempre: lo más cerca posible de ella. Un tiempo después (no sabría precisar cuánto) nació Óscar. Cuando lo olí por primera vez supe que iba a quererle tanto como a su madre. ¿Adivináis? Olía a jazmín, mandarinas y chocolate, podría decirse que era un bebé dulce y delicioso. Tanto, que no pude evitar darle un lametón de bienvenida. Sus padres me regañaron un poco, pero en el fondo creo que se alegraron. Aquella fue la única vez en que no me comporté como me enseñaron en la Fundación ONCE del Perro Guía, donde me gradué con nota un par de días antes de viajar hasta aquí.

Aunque, sinceramente, creo que la ocasión lo merecía.

Autora: Care Santos.
Si has leído bien el relato te habrás dado cuenta de que Bob es el perro guía de Natalia, que es una persona ciega.
Te adjunto un video sobre su labor para que veas que hacen un trabajo importantísimo.